Estamos de rebajas. De ahora en adelante, y a hasta las elecciones generales del próximo marzo, los españoles vamos a ir de arrebato en arrebato, de tanto como nos van a regalar los oídos. Los políticos, sobre todo los que están en el machito, o sea en el poder, no van a parar en hacernos requiebros y carantoñas. Nos van a seducir con toda clase de zalamerías y promesas. Vamos, que la luna se nos va a quedar en poca cosa de tanto como nos van a prometer.
Ha comenzado con las dádivas el presidente Rodríguez. Nos ha prometido un sustancioso aumento de pensiones, una nueva subida del salario mínimo, también que va a mejorar la ayuda a las familias y que piensa congelar las tarifas eléctricas..., y esto es sólo para empezar.
Pero a seis meses vista, el que ha dado el campanazo, el que ha roto la pana, vamos, ha sido el presidente de Andalucía. Y es que como allí, además de las generales se celebran elecciones autonómicas, Manolo Chaves para los amigos y paisanos, ha prometido darle una casa a todo el que gane menos de 3.000 euros. Ahí es nada, a eso se llama política social, y lo demás son pamplinas
Claro que yo digo que con un salario superior a 3.000 euros al mes no debe haber mucha gente en Andalucía. Lo he preguntado y la respuesta ha sido que alrededor del 5 por ciento nada más. Y nada menos. Lo que me hace sospechar que esta promesa de Chaves es un farol, uno de tantos a los que nos tiene acostumbrados. Así, a vuela pluma y que yo recuerde, el presi tiene pendientes —¡desde hace doce años!— el sueldo a las amas de casa, los libros de texto gratis, ascensores en todos los edificios de tres plantas y convertir las habitaciones hospitalarias a una sola cama, por sólo citar algunas de sus más famosas promesas incumplidas.
De esta nueva boutade electoral del ínclito presidente andaluz, lo que aún más me maravilla es que los ciudadanos de esta querida comunidad sigan votando al socialismo rampante que allí anida. No he visto jamás a ningún dirigente apesebrado sonrojarse ante algunas de las estadísticas que muestran como Andalucía continua en la cola de las estadísticas de renta, productividad, convergencia y empleo.
Desgraciadamente, nadie en el PP ha sido capaz en los últimos veinticinco años de encontrar la fórmula que desactive la hegemonía del PSOE andaluz. Lo de menos son las promesas incumplidas, tan fáciles de vender como de olvidar, sino la habilidad desplegada para crear una sociedad dependiente del poder público. La Junta, con un presupuesto de casi cuatro billones de las antiguas pesetas, es el primer empleador, el primer empresario, el primer contratista y el primer anunciante de Andalucía. De lo que se puede inferir que el gobierno autonómico controla y domina la mayoría de los medios de comunicación y de las instituciones públicas, por muy privadas que sean. La Junta ejerce, a través de su dinero y subvenciones, un enorme poder clientelar en los empresarios, sindicatos, universidades, gran parte del tejido civil, la industria, la cultura y hasta en las cofradías de Semana Santa.
Chaves ha hecho de los recursos económicos una fuente de energía esencial para mantener hiperactiva la máquina política. Una máquina cuyo objetivo no es hacer una política beneficiosa que mejore las condiciones de vida de los andaluces en un ambiente de libertad, sino para mantenerlo en el poder indefinidamente.
Así son las cosas de Despeñaperros para abajo, por más que nos duela. El PSOE tiene tomada muy bien la medida a los ciudadanos en esta bendita tierra. Por eso da lo mismo que Chaves prometa una vivienda para cada el que la necesite. Como decía Felipe González en estos trances, «y además..., dos huevos duros». Nadie les cree pero la mayoría les volverá a votar. Para muchos vivir subsidiado y subvencionado es más cómodo que currarselo uno cada día. No da mucha honra pero da para ir tirando. Total, la vida son cuatro días.