Hoy se cumplen los cien primeros días desde la fecha de las
últimas elecciones generales. Se trata de ese periodo de tiempo de cortesía que
nuestra democracia otorga, de forma implícita, al nuevo gobierno salido de las
urnas. Es, pues, momento para el análisis y, sobre todo, para comprobar sobre
qué cimientos se está construyendo esta nueva legislatura. De momento, nada de
lo ocurrido en estos tres meses nos lleva a confiar en un futuro prometedor;
más bien, todo lo contrario: la situación económica es pesimista y la política
repleta de agujeros negros; de ahí que el entorno social esté dominado por el
descreimiento, el cabreo y, en cierta medida, por una cínica resignación.
Respecto a la situación económica, tan determinante de la
tensión social, su evolución no puede ser más negativa. El Gobierno mantiene su
contumaz actitud de irresponsabilidad. El optimismo antropológico del
presidente Rodríguez se ha vuelto exasperante. Su intransigente cerrazón
durante la campaña electoral, para admitir los reproches que desde el principal
partido de la oposición se le hacían sobre su quietismo en política económica,
ha devenido en una inconsistente negación, evidencia tras evidencia, de una
realidad inapelable. Y a cada revés de las estadísticas oficiales, el Ejecutivo
responde con una matización a la baja; incluso, el señor presidente se ha
permitido el lujo de censurar al gobernador del Banco Central Europeo por
manejar públicamente la actual crisis en una perspectiva de mayor
incertidumbre.
Ante este panorama de insensatez institucional los ciudadanos se han
puesto manos a la obra: los transportistas, pescadores y agricultores han
decidido paralizar sus actividades para reivindicar ayudas del Estado que palien
el encarecimiento de los combustibles. Esto no es más que el principio.
Lástima que éstos, y otros muchos ciudadanos más, no demostraran más
perspicacia el pasado 9 de marzo. Aquellas promesas electorales, como era de
prever, dormirán el sueño de los justos. El buenísmo del melifluo Rodríguez
Zapatero continuará abriéndose paso entre la inanición y su sonrisa fría y
huera. Por fortuna, son muy escasos los recursos que le quedan al presidente ZP
para hacer -como
hizo en la anterior legislatura- golpes de efecto; alguno
se sacará de la manga para distraer al personal. Mientras tanto, deberemos
prepararnos y atarnos los machos porque los tiempos que vienen van a dejar
exhaustos los bolsillos y la hacienda de mucha gente. Quedan advertidos. De
otros asuntos hablaremos otro día.