Esta es la bitácora de Miguel Torres Galera. Un espacio para la reflexión y el debate, donde expresar opiniones sobre los hechos, sin prejuicios y sin dogmas; un lugar donde las ideas se abren paso entre las ideologías.
Quién nos puede asegurar que la vida no está tejida de sueños, unos pérfidos y crueles y otros halagüeños y esperanzadores. El poeta los da por ciertos e iguala la vida a un frenesí, a una ilusión, una sombra, una ficción…; en definitiva ─según afirma─, la vida es un sueño. Desde luego algo así me ha ocurrido esta semana que concluye, en la que un viejo recuerdo de hace más de cuarenta años me ha sorprendido y abrumado con su presencia, inesperada y apabullante, corporeizándose ante mis ojos, toda vez que me ha regalado algunas horas que seguro serán, con el paso del tiempo, inolvidables.
Todo comenzó con la llamada de un amigo muy especial (amigo de la infancia), del que hacía algunos años que no tenía noticias. Luis de la Barrera, este es su nombre. Luis me localizó por teléfono estando yo de viaje por tierras de Jaén. Me dio cuenta y razón de José María Calvo, cura y director de la madrileña Escolanía del Santísimo Sacramento, allá por los primeros años de la década de los sesenta. De golpe y porrazo, por mor de un cúmulo de circunstancias casuales (o quizá no tanto), el lejano fantasma de mi niñez hizo acto de presencia en mi guardarropía de periodista prejubilado enredado en afanes literarios.
Así ha sido como ─sin apenas tiempo para digerirlo─ me he reencontrado, cuarenta y cinco años después, con un grupo de provectos señores que tiempo ha conformaron la Escolanía del Santísimo Sacramento, una de las corales de voces infantiles que mejor sonaban en España a finales de los cincuenta y primera mitad de los sesenta. Y al frente de esta polifónica patulea, tanto ayer como hoy, ha vuelto a irradiar su vibrante luz el Padre Calvo, mucho más viejo y de aspecto cansado y casi diría menesteroso, pero a su vez más humilde, más sabio, más entrañable…, más bueno.
Desafortunadamente solo fuimos capaces de reunirnos poco más de una docena de antiguos cantores de la Escolanía de los Sacramentinos, de Madrid. Otros a los que se les pudo localizar excusaron su ausencia por compromisos adquiridos con anterioridad. No importa, lo más difícil se hizo: encender la llama y reunir en torno al Padre Calvo, en la sede de los Sacramentinos (calle del Alcalde Sáinz de Baranda, número 3, del madrileño barrio de Retiro) a este reducido pero emocionado grupo de ex niños cantores. Fueron unas horas entrañables de alentar los recuerdos, de evocar buenos momentos, de ponernos al día de tantos años de ausencia. En resumen, una intensa tarde otoñal que se fue gastando entre vaharadas de nostálgicas ensoñaciones y voluntariosos empeños de futuros encuentros. Dos días después, algunos volvimos a reunirnos con el Padre Calvo con manteles y buen vino de por medio. Este segundo encuentro tampoco defraudó, toda vez que estrechó los corazones. Había algo mágico en el ambiente.
Llegaron las despedidas y los propósitos. Habrá otros encuentros y otros motivos. Nadie sabe cómo obra la Providencia, ni de qué pretextos se sirve, pero haberla hayla. Entre tanto, el viejo músico, después de treinta y cinco años de ministerio diocesano en Puerto Rico (con alguna incursión apostolar agridulce en el neoyorkino Harlem) ha recalado sus cansados huesos en la guipuzcoana Éibar, donde continúa su labor parroquial y diocesana en medio de un discreto anonimato. P.D.: Nuestro entrañable compañero y amigo Eduardo Roselló ha desarrollado una página web (http://www.laescolania.es). Aquí se pueden encontrar datos históricos de la Escolanía del Santísimo Sacramento, de sus fundadores, acontecimientos musicales más sobresalientes, anécdotas, fotos, grabaciones discográficas y forma de contactar con el Padre Calvo y con Eduardo Roselló. Todos hemos adquirido el compromiso de aportar cuanta información nos sea posible, a fin de ampliar y mejorar este hermoso recuerdo que un día fue realidad y que hoy es el pretexto para renovar los afectos.