Viernes, 31 de agosto de 2012

España ardeTermina el mes de agosto dejando un desolador rastro de calcinación y arrasamiento, sólo comparable al que han dejado en la vida política, social y económica nuestros gobernantes, los de hoy y los de ayer. El infortunio ha querido que la canícula estival haya sido este año más devastadora si cabe que la de años anteriores. Como si de una maldición se tratara, España está padeciendo unos crueles efectos a cuenta de una inclemente sequía cuyo origen se remonta a principios del invierno pasado. De igual modo, la «pertinaz sequía» económica que sufrimos ahonda sus destructores efectos a cuenta de la incapacidad demostrada, hasta la saciedad, por nuestro modelo político y administrativo. En resumidas cuentas, nuestros políticos, los que gobiernan y los de la oposición, no reúnen las condiciones necesarias para resolver los problemas de los españoles. Por esta razón, la crisis económica no hace más que agravarse hasta, si un imponderable no lo remedia, el colapso total.

Me sorprendí el otro día, escuchando a un periodista en un debate, cómo reprendía a varios contertulios (algunos eran cargos electos del PP) por perderse en disquisiciones argumentativas sobre las responsabilidades de los socialistas y nacionalistas en esta crisis. El interviniente reprochaba a los políticos de falta de realismo, de estar totalmente desconectados de la realidad de la calle y de las preocupaciones y penurias de millones de ciudadanos, mileuristas buena parte de ellos, desempleados otra buena porción e indignados la mayoría. Como es fácil suponer el discurso era de lo más efectista, pero guardaba en sí mismo un sofisma, porque del principio del que partía era completamente falso. Era un discurso reduccionista que circunscribía todo el problema a una cuestión meramente económica: paro, recortes sociales, impuestos, déficit público…

Afirmar a estas alturas que basta ya de hacer política partidista y que lo que tienen que hacer los políticos es trabajar, a ser posible juntos, en beneficio de la mayoría silenciosa, humilde y desprotegida, es no decir nada; mejor dicho, es pura retórica, palabras vacías, que suenan bien pero que carecen de contenido. Y esto, desafortunadamente, es el discurso que con demasiada frecuencia se escucha en numerosos foros y se lee en buen número de periódicos.

Es preciso realizar un esfuerzo didáctico por parte de aquellos que están en condiciones de poder hacerlo, para modificar los estados de opinión pública hacia postulados ideológicos más solventes y más constructivos. Lo primero que es imprescindible transmitir, sin regatear esfuerzo, es que en el desnudamiento de ropaje moral y ético que la sociedad ha experimentado en los últimos treinta años está  gran parte de la causa del notable incremento de la corrupción, tanto en la política como en los negocios y la economía en general. El aumento considerable de delitos como el de prevaricación, concusión, alteración del precio de las cosas, fraude, enajenación… y un largo etcétera, a cuenta de cargos electos y administradores públicos da una visión del punto de degradación moral de nuestra sociedad. El materialismo, la llamada posmodernidad, el hedonismo, el relativismo moral, el declive espiritual y religioso, los nuevos usos y costumbres surgidos a cuenta de los procesos de globalización y del multiculturalismo, han obrado en la conciencia colectiva —esta es una realidad que trasciende las meras fronteras españolas— una pérdida irreparable de esencia espiritual humana (no olvidemos que el ser humano es cuerpo y espíritu).

Estas razones nos llevan a la conclusión de que mientras no se aborde una tarea profunda, intensa y regeneradora de valores éticos y morales, comenzando por las familias y siguiendo en las guarderías, colegios, institutos y universidades, y pasando finalmente al resto de instituciones públicas y privadas, centros de trabajo y espacios públicos, difícilmente se puede pensar que los graves problemas que padece nuestra sociedad vayan a encontrar solución justa y duradera. Y esta ingente tarea, queridos lectores, o la aborda la clase política —cosa que yo me permito dudar— o, más tarde o más temprano, lo harán los ciudadanos echándose a la calle.


Publicado por torresgalera @ 19:59  | Pol?tica
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