Hace apenas tres semanas la Iglesia celebraba la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María, Patrona de España. Hoy domingo, en plena Navidad, festeja a la Sagrada Familia y también recuerda a los Santos Inocentes. Estos dos acontecimientos han llevado al obispo de Alcalá de Henares, monseñor Juan Antonio Reig Pla, a publicar el pasado 26 una Carta Pastoral en la que denuncia que la intención del presidente del Gobierno de España y del Partido Popular al retirar la reforma de la ley del aborto, no ha sido otra cosa que venderse por un “plato de lentejas”. Es decir, Mariano Rajoy ha renunciado a esta promesa electoral y a este compromiso de restitución ética y moral a cambio de un puesto en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, y de paso acceder a otras cuotas de poder y a la financiación.
Según monseñor Reig Pla, «Para entender bien la decisión del Presidente del Gobierno no es suficiente recurrir a análisis electoralistas. Con todo respeto a su persona, hay que decir que una decisión tan grave responde a otras exigencias como nos muestra el documento Prioridades de España en Naciones Unidas. 69º Periodo de Sesiones de la Asamblea Plenaria». (Documento que se puede encontrar en la página de web del Ministerio de Asuntos Exteriores).
No olvidemos, que el anteproyecto de ley que el Gobierno ya había llevado al Parlamento para su debate y posterior aprobación, previa aceptación de las enmiendas pertinentes, pretendía “limitar” cuantitativamente la sangría horrenda de los «los niños asesinados antes de nacer» (Papa Francisco, 25-11-2014). El propio Concilio Vaticano II, en su encíclica Gaudium et spes, 51) califica la práctica abortista como «crimen abominable»; y el Papa san Juan Pablo II, el 29 de diciembre de 1997, lo tachó de «un continuo holocausto de vidas humanas inocentes».
Merece la pena leer con atención la Carta de monseñor Reig, no tiene desperdicio. Este documento pastoral pone de manifiesto cómo la ambición de poder es casi siempre sinónimo de abuso, atropello e injusticia, por mucho que se esgriman razones de estado: nada hay en este mundo que pueda justificar, solapar o esconder la muerte de un solo ser humano, y menos de un inocente que ni puede ni tiene opción de defenderse. No olvidemos que en Naciones Unidas los países poderosos e influyentes respaldan decididamente todas las políticas de igualdad hoy en uso (disfrute y ejercicio de derechos por parte de niñas y mujeres, derechos de salud sexual y reproductiva, pleno disfrute y ejercicio de derechos por parte de personas gays, lesbianas, bisexuales, transexuales e intersexuales (LGBTI) y la eliminación de todas las formas de discriminación…). Todo esto conlleva, de manera eufemística, la promoción de la libertad para abortar, la manipulación genética de embriones y células madre, la legalización de los llamados “vientres de alquiler” y así un largo etcétera de realidades que terminan por justificar la manipulación de la vida humana, tanto para favorecerla como para eliminarla. Todo a conveniencia, como si de una mercancía más se tratara, que unas veces se sublima y otras se desprecia. Este domingo es una ocasión muy oportuna para meditar sobre estas inquietantes realidades.