Jueves, 26 de febrero de 2015

Cuaresma«La Cuaresma es un tiempo de renovación para la Iglesia, para las comunidades y para cada creyente. Pero sobre todo es un “tiempo de gracia”». Así comienza el Papa Francisco su Mensaje para esta Cuaresma. El Santo Padre subraya el amor que nos profesa Dios. Por eso, cuando el pueblo de Dios se convierte a su amor, encuentra las respuestas a las preguntas que la historia le plantea continuamente.

El Papa pone el acento en eso que él llama «la globalización de la indiferencia». Indiferencia hacia el prójimo y hacia Dios. Por eso los cristianos «necesitamos oír en cada Cuaresma el grito de los profetas que levantan su voz y nos despiertan». En la encarnación, en la vida terrena, en la muerte y en la resurrección del Hijo de Dios, se abre definitivamente la puerta entre Dios y el hombre, entre el cielo y la tierra. El pueblo de Dios, por tanto, tiene necesidad de renovación, para no ser indiferente y para no cerrarse a sí mismo.

Francisco expone tres reflexiones sobre pasajes de la Sagrada Escritura. La primera hace referencia a la Primera Carta a los Corintios, donde dice san Pablo: «Si un miembro sufre, todos sufren con él». El cristiano es aquel que permite que Dios lo revista de su bondad y misericordia, que lo revista de Cristo, para llegar a ser como Él, siervo de Dios y de los hombres.

La segunda, el Santo Padre alude al libro del Génesis: «¿Dónde está tu hermano?». Viene a decir que lo dicho para la Iglesia universal es necesario traducirlo en la vida de las parroquias y comunidades. Para recibir y hacer fructificar lo que Dios nos da, es preciso superar los confines de la Iglesia visible en dos direcciones: una, uniéndonos a la Iglesia del cielo en la oración. Cuando la Iglesia terrenal reza, se instaura una comunión de servicio y de bien mutuos que llega hasta Dios; la otra, que toda comunidad cristiana está llamada a cruzar el umbral que le pone en relación con la sociedad que la rodea, con los pobres y los alejados.

Por último, el Papa resalta la frase de la Carta del apóstol Santiago: «Fortalezcan sus corazones». Nos invita a combatir la tentación de la indiferencia viviendo esta Cuaresma como un camino de formación del corazón. En definitiva, nos invita a reconocer en nosotros un corazón pobre, consciente de sus limitaciones pero capaz de darlo todo por el otro.

Concluye Francisco resaltando que «Tener un corazón misericordioso no significa tener un corazón débil. Quien desea un corazón misericordioso necesita un corazón fuerte, firme, cerrado al tentador, pero abierto a Dios». Así sea.


Publicado por torresgalera @ 13:18  | Religi?n
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Jueves, 19 de febrero de 2015

Cristianos coptos asesinadosHan pasado ya varios días desde la decapitación, a manos de unos asesinos islámicos, de veintiún cristianos coptos en una playa de Libia. Todavía sigo esperando el clamor de protesta y condena de la prensa del llamado mundo libre; también echo en falta la movilización de los líderes y gobernantes democráticos, así como de la convocatoria de una gran manifestación pública, en una gran capital europea, para condenar el terrorismo yihadista, ya sea de los fanáticos musulmanes del Califato Islámico de Libia o del Estado Islámico (IS) sirio, iraquí, afgano o pakistaní. Los brutales asesinatos de estos veintiún cristianos egipcios secuestrados en Sirte (Libia), en medio de un obsceno y delirante ejercicio de propaganda mediática, constituyen un gravísimo —no el primero, desde luego— desafío y provocación a las naciones occidentales. Estos seres humanos, martirizados por el simple hecho de ser cristianos, vienen a engrosar la larga e interminable lista de los cristianos perseguidos, torturados y asesinados en los últimos años, en numerosos países donde campa un fanatismo religioso delirante y cruel, resultado del odio y el rencor.

Pregunta el rey David a Yahvé en el Salmo 8, dedicado a dar gloria al Creador y a resaltar la dignidad del hombre: «¿Qué es el hombre para que te acuerdes del él, / el ser humano, para mirar por él?». Más adelante, vuelve David a interpelar al Señor Todopoderoso en el Salmo 143, una hermosa y sentida oración por la victoria y la prosperidad: «Señor, ¿qué es el hombre / para que te fijes en él? / ¿Qué los hijos de Adán / para que pienses en ellos?». Y a continuación, en el verso siguiente, el salmista, inspirado por el Santo Espíritu, es categórico en la respuesta a su intrépida pregunta: «El hombre es igual que un soplo; / sus días, una sombra que pasa».

Ante estas palabras del rey David, muchas personas probablemente se vean aún más sumidas en la perplejidad: si somos tan poca cosa como hombres, pero tan importantes para Dios, ¿por qué somos capaces de tanta maldad? Para un cristiano este dilema es en cierto modo falso, pues tiene en Jesucristo la respuesta. El dilema del bien y el mal no es más que el dilema que se presenta ante el ejercicio de la libertad, don supremo que ha regalado el Creador a su criatura predilecta. Por eso es tan importante que valoremos a todas las víctimas del mal de igual manera. Y les aseguro que las víctimas de esta veintena de cristianos coptos decapitados en Libia son igual de importantes y valiosas como las recientes víctimas de París, o de Siria, o de India, o de Nigeria, o de…

En todo caso, las víctimas de Libia son, junto a otras muchas de tantos momentos de la historia y de tantos lugares, verdaderos mártires de la fe. Por eso dicen que murieron pronunciando el nombre de Jesucristo. Sí, de ese Dios encarnado, verdadero Dios vivo, cuyo único mensaje a los hombres fue el amar al que es fuente primigenia del Amor, y el de amar al prójimo hasta la renuncia total. Eso sí, amar desde la libertad.


Publicado por torresgalera @ 16:32  | Mundo
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Viernes, 06 de febrero de 2015

Cristianos en China PopularComo escribiera el líder revolucionario Mao Zedong en su Libro Rojo, el gobierno de la República Popular China es víctima de una nueva «contradicción en el seno del pueblo». Es evidente que el número de cristianos crece imparable desde hace años. De nada están sirviendo los controles, amenazas y represiones que las autoridades comunistas llevan imponiendo a los ciudadanos para que no se contagien de ideologías y creencias extranjeras. Pero, bien miradas las cosas y desde una perspectiva exclusivamente moral, para el régimen de Pekín el auge del cristianismo no es el peor de sus males, ya que muchos de los valores del cristianismo coinciden con lo que el Partido Comunista de China considera ser un buen ciudadano, incluidos los valores familiares: los creyentes tienden a ser mejores ciudadanos, son más proclives a pagar impuestos o a evitar la corrupción, y sus organizaciones se preocupan por la asistencia a los más débiles y necesitados (cuidado de ancianos, ayuda a los más pobres, etc), en definitiva, los cristianos alivian las deficiencias sociales allí donde el Estado no llega.

No obstante, para el gobierno de Xi Jinping, hace hincapié en la cultura tradicional china y los valores socialistas, por lo que desconfía de una religión que considera “extranjera”. Desdeñan que los ciudadanos puedan organizarse en torno a una ideología diferente de la propia del régimen, a la vez que tiene muy presente el papel que jugó la Iglesia católica en la caída del comunismo en Europa del Este. Por ello, las autoridades comunistas continúan rechazando de plano cualquier opción de pensamiento libre y divergente. Sin embargo, resulta paradigmática la gran contradicción que ha implantado el Partido Comunista: un sistema político-económico sustentado sobre una sola ideología y dos modelos económicos (liberal-capitalista y social-estatalista). Y es precisamente a través de esta contradicción política y económica por donde se abre paso el cristianismo, introducido por los europeos hace cinco siglos, y que el comunismo ha sido incapaz de erradicar a pesar de poner todo su empeño en ello.

En la actualidad resulta casi imposible cuantificar el número de cristianos en China. Las cifras más optimistas hablan de 100 millones y un aumento anual en torno al 10 por ciento. Según el prestigioso Centro de Investigaciones Pew (Pew Forum on Religion and Public Life – Washington, EE.UU.), en 2010 había 67 millones de cristianos en la China continental, de los que 58 millones eran protestantes y 9 católicos. Lo cierto es que, dada la mezcla de Iglesias “oficiales” y clandestinas, es imposible saber con exactitud el número de cristianos en China. No obstante, según el director del Centro sobre Religión y Sociedad China de Purdue University (Indiana, EE.UU.), Yang Fenggang, si el cálculo actual de cristianos ronda los 100 millones, en un país de 1.360 millones de habitantes, las estimaciones para 2030 serán 247 millones, lo que convertirá a China en el país de mayor población cristiana del mundo, por encima de países como Brasil o Estados Unidos.

El perfil sociológico del cristiano chino actual es el de un joven urbano de clase media, con un nivel educativo cada vez más alto y que se mueve en ambientes sociales cada vez más influyentes. Este perfil contrata con el del cristiano de hace unas décadas, cuyo tipo más característico era el de una mujer de avanzada edad residente en el medio rural.

Para la investigadora Gerda Wielander, de la Universidad de Westminster (Londres, Reino Unido) y autora del libro Valores cristianos en la China comunista, ser cristiano en China «es una opción de estilo de vida, casi una moda, una manera de decir que se es diferente e interesante». Para muchos, el interés por Dios-Cristo comienza desde un punto de vista académico e intelectual. En otros casos, se trata de individuos que buscan una referencia moral, ante la sustitución de la ideología marxista-maoísta por un sistema en el que impera el capitalismo salvaje.

También hay que señalar, que del mismo modo que aumenta el número de conversos —puntualiza la profesora Wielander— se producen muchos abandonos, un fenómeno que a su juicio no se ha investigado lo suficiente. Lo cierto es que perseverar en la fe es un desafío tanto en China como lo es en cualquier país occidental.

Pero lo más relevante del caso de China es que el aumento de creyentes cristianos es una realidad irrefutable, que sobrepasa cualquier desafío del poder político. Prueba de ello es el intento desesperado por controlar este fenómeno religioso, que ha llevado a las autoridades chinas a tutelar un sector de la Iglesia católica poniéndola condiciones indignantes. A pesar de esta burda coacción, la mayoría de los católicos desafían las amenazas y la represión, a costa de sufrir persecución y cárcel, y no aceptan más autoridad que las de sus pastores y el Verbo de Dios.


Publicado por torresgalera @ 15:09  | Religi?n
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